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A veces mi corazón atrae un color de tal manera que empiezo a escuchar los susurros del tiempo. Las vibraciones se reflejan por todos lados y de manera desapercibida van llenando de luz hasta los rincones más oscuros.
El color del que te platico es el rosa mexicano, el color favorito de Mamá Mary. Ella lo usaba en su vestido y joyería, lo usaba como capa y como lápiz labial. Cuando le preguntaba a mi abuelita porque le gustaba tanto, simplemente contestaba —Es mi color.
Este año el rosa mexicano también se volvió parte de mí. Me llama desde la charola que lleva el señor de los dulces montada sobre su hombro, a los textiles que ruegan por mi caricia en el mercado, y se refleja en las flores que como cascadas iluminan el Parque México, al igual que otros patios pequeños por toda la ciudad.
Un día recogí un ramito de bugambilias color rosa mexicano que me encontré en la banqueta. Me acompañó a lo largo de mi recorrido. Las hojitas cuchicheaban alegremente todo el camino. Cuando llegué a casa, mi mamá me dijo —¿Sabías que puedes hacer un té de bugambilia para curar la gripe?
—No sabía — le contesté.
Meses después, al llegar a casa de mi tía donde festejaríamos la Navidad, me topé con una bugambilia color rosa mexicano que florecía brillantemente bajo el sol de invierno. Arranqué unas hojas y saqué mis acuarelas para retratarlas. Mientras mezclaba la pintura, mi prima se acercó y me dijo— Qué lindo te está quedando. ¿Sabías que si te duele la garganta puedes hacer un té de bugambilia?
Esta vez sonreí —Sí, sabía.
Hace unos días, mientras regresaba de un café en La Roma, pasé al lado de un jardinero quien con ternura podaba una bugambilia color rosa mexicano que cubría la entrada de su cochera. Me agaché junto a los escombros y le pregunté —¿Le importa si me robo un cachito de su bugambilia?
—¡Al contrario! Llévese más para hacer un té.— Me contestó llenándome las manos de hojas. —¿Sabe que es muy bueno para la tos?
Sorprendida le di las gracias y le pregunté —¿En dónde aprendió usted eso?
—Mi mamá me enseñó.
Me quedé observando como el hombre atendía su jardín, espolvoreando artísticamente el pavimento con rosa mexicano. Me pregunto yo, ¿Cuántas personas sabrán que la bugambilia es medicinal? Es más, ¿Cuántas personas sabrán que la bugambilia es medicinal porque se los contó su mamá, su prima, su jardinero?
Ese color, el rosa mexicano, que solo existe porque el paso de cientos de millones de años ha formado la anatomía que nos permite distinguir lo violeta de lo verde, también me motiva a aprender y sanar a base de historias orales.
Ese color, el favorito de Mamá Mary, estimula lo más sagrado dentro de mí. Me recuerda a la sabiduría botánica heredada por mi abuela, por mi prima, por mi madre, por el jardinero a través de su madre, por generaciones de mujeres quienes poco a poco nos van regalando las herramientas necesarias para sobrevivir.